Si una cosa me llama la atención es la poca memoria que tiene el fútbol. Todos su protagonistas - futbolistas, entrenadores, presidentes - están sujetos a los resultados del presente, sin importar demasiado lo que hicieran en el pasado. En este deporte, el crédito es algo casi inexistente. En éste sentido, los entrenadores se llevan la parte más fea; más dependientes a los resultados que nadie, más señalados que ningún otro cuando las cosas se tuercen, siempre se puede decir aquello de "es más fácil despedir a un entrenador que a veinticinco jugadores" cuando los resultados no acompañan.
El fútbol inglés es en esto - cómo en otras cosas - un ejemplo. El respeto por la figura del entrenador y su trabajo es absoluto y se necesitan otras razones más allá de los resultados para despedir al "manager". Así, se puede ver a Fergusson sumar su vigesimoquinta temporada al frente del Manchester United, o a Arsene Wenger cumplir su decimotercera campaña en el Arsenal a pesar de una sequía de títulos que dura ya más de cinco años. Qué impensable ver algo así en España. Ya lo dijo Guardiola hace unos días al ser preguntado si su etapa en el Barça estaba acabando: "tengo claro que en España e Italia, los entrenadores no duran mucho más de cinco años".
A pesar de su buen trabajo en el
Athletic, Joaquín Caparrós no
tiene nada claro su futuro.
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Aquí, la paciencia con el entrenador es nula, y en algunos casos llama la atención por lo absurdo y la falta de sentido común del asunto. Los principales culpables son unos presidentes que se creen técnicos y exigen resultados inmediatos, sin valorar si el trabajo del entrenador está siendo bueno o no. Tampoco ayudamos, todo sea dicho, los aficionados, que solemos pensar que el despido del entrenador es siempre la primera medida a tomar cuando nuestro equipo no anda fino. En estos días me ha llamado la atención el caso de Joaquín Caparrós en el Athletic, un técnico que se hizo cargo hace tres años de un equipo que andaba coqueteando con el descenso y que en su última temporada lo ha dejado sexto, y con unas perspectivas de futuro bastante mejores que cuando llegó, con una plantilla joven y en progresión. Sin embargo, parece que en Bilbao nadie está convencido de su trabajo, y ningún candidato a la presidencia le garantiza el puesto al técnico andaluz. ¿Qué se necesita hacer, entonces, para ser entrenador del Athletic?.
Otro caso que tampoco entiendo es el de Abel en el Valladolid. El ex-atlético tomó las riendas del club de Pucela a mitad de temporada en medio de una gran crisis y con el equipo cerca de la zona de descenso. Tras una espectacular segunda vuelta, lo metió en el play-off de ascenso cuando nadie apostaba por ello hace unos meses. Después cayó eliminado contra pronóstico tras remontar el Elche en el partido de vuelta, y el club ha decidido no renovarle el contrato. ¿Acaso no ha hecho un buen trabajo?. Muchas veces me pregunto qué piden los aficionados y los presidentes de los entrenadores, y qué hay que hacer para mantenerlos contentos; tal vez vaya siendo hora de cambiar un poco esa cultura de poca paciencia y apostar más por el trabajo continuado de un entrenador, algo que a la larga casi siempre da mucho mejores resultados, en Inglaterra tenemos el espejo en el que mirarnos..
Raul se tiró un tiempo viviendo de la renta xDDD
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