Un jugador no hace un equipo. Esa es la mejor frase que se puede decir en estos momentos para definir el momento que vive Argentina, para comprender por qué, aún contando con el mejor jugador del mundo, la albiceleste está haciendo en la Copa América, hasta el momento, un papel que roza el ridículo. Todo el mundo señala a Messi como el gran culpable del mal juego del equipo, le critican incluso por falta de compromiso, por no cantar el himno y esas cosas absurdas que un aficionado - muy aficionado - critica cuando no puede comprender cómo, con los jugadores que tiene, su equipo ofrece un rendimiento tan bajo. Me parece que quedarse sólo en Messi es andar corto de miras.
Exigir más al mejor cuando las cosas no funcionan está bien y es lícito, pero otra muy distinta es asegurar que el problema del equipo se llama Messi. Y es que la actual Argentina tiene muchas carencias, demasiadas. Tiene un abanico de delanteros impresionante, pero no tiene futbolistas en el medio campo que se hagan con el balón, que le den al equipo dominio en los partidos - le cuesta tener posesión incluso ante rivales pequeños - y que surta de balones a esos grandes goleadores que tiene arriba. Ante Bolivia y Colombia no recuerdo ni una ocasión clara de Messi cerca del área, y sólo Lavezzi o Tévez dispusieron de alguna jugada de peligro cerca de la portería. No tiene, tampoco, estructura de juego, no tiene claro a qué quiere jugar. Batista dice que quiere jugar al toque y ofensivo, pero alinea un medio del campo a mi juicio con jugadores defensivos y con poca capacidad para mover el balón, dejando al centrocampista más creativo que tiene, Pastore, en el banquillo. Esa falta de estructura también afecta a la presión, dónde el equipo se muestra desordenado y sin coordinación, por lo que le cuesta aún más recuperar el balón cuando lo pierde. Y atrás, tiene una defensa cumplidora, pero los laterales participan muy poco del juego de medio campo y tampoco sirven para crear superioridad en la circulación de balón.
En resumen, ver un partido de Argentina es como ver un partido de tenis; balonazo para allá, choque por acá, rechace para allá...y así pasan y pasan los minutos sin que el equipo haya propuesto absolutamente nada. Y en ese juego, Messi no se desenvuelve; sólamente en las pocas ocasiones en las que recoge el balón con algo de espacio en la mediapunta, Argentina da sensación de peligro, porque es el único que tiene visión de juego para meter pases peligrosos a los delanteros, pero como el equipo tiene poca capacidad para sacar el balón, casi siempre se ve obligado a bajar a recibir, arrancando muy lejos del área y conduciendo el balón demasiado. En el Barça, Messi juega en los últimos veinte o veinticinco metros porque el equipo roba el balón arriba y tiene jugadores que llevan el balón a esa zona del campo, y ahí es dónde aprovecha sus condiciones; eso no ocurre en la selección Argentina. Es un gran ejemplo que sirve para recordarnos que el fútbol es un juego de equipo y que la verdadera fuerza la tiene el colectivo por encima de un único jugador; el futbolista paga las carencias de su equipo, por mucho que sea el mejor jugador del mundo.
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