Me declaro admirador del siete

Raúl lleva anotados 400 goles

en partido oficial.

Aún recuerdo aquél día en Zaragoza cuando Valdano apostó para el once del Real Madrid por un chico de diecisiete años que ni siquiera había jugado en el Castilla. Del juvenil a titular del primer equipo, sin anestesia. Supongo que con los grandes jugadores no se debe poner anestesia, tengan la edad que tengan. Aún recuerdo mejor el golazo al Atlético tan sólo siete días después, cómo si llevara toda la vida en esto. Desde entonces, más de diecisiete años después, Raúl, el siete, ha marcado 400 goles en partido oficial, una cifra impresionante en el fútbol actual. Tal vez no fuera el más rápido, ni el más fuerte, ni el más técnico, pero tiene algo que lo diferencia del resto: es el más inteligente.

Y eso es lo que ha caracterizado su juego. Estar siempre atento, en la posición adecuada, adelantarse a la jugada, en eso Raúl es un maestro. Y con eso ha suplido con creces algunos de sus puntos débiles. Su palmarés es impresionante, siendo decisivo en muchos de los títulos del Real Madrid en los últimos quince años. Para mí, el mejor futbolista español de siempre, injusto Balón de Plata de 2001 - ¡Qué más se puede hacer para ser Balón de Oro! - y también, un ejemplo de que el fútbol es un deporte colectivo en el que un sólo jugador está rodeado de numerosas circunstancias que no puede controlar a lo largo de su carrera. Y tal vez por no haber nacido unos años más tarde, Raúl no es campeón de Europa ni del Mundo con España. Lástima.

Por desgracia, el fútbol casi siempre anda corto de memoria. Y por haber tenido que salir del Real Madrid antes de tiempo o por no haber podido ganar un título con nuestro país, la gente quizá desplace a Raúl del lugar que para mí le corresponde. Por rendimiento, por entrega, por profesionalidad y por los valores que ha representado siempre, Raúl es un ejemplo a seguir. Y ahora, ya pueden venir otros a superar sus 400 goles. Lo digo: me declaro abiertamente admirador del siete.

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