El fútbol escribió ayer una de sus páginas más increíbles, inimaginables. Brasil, la pentacampeona, recibió probablemente la mayor humillación que se recuerda, no ya de la historia de los mundiales, sino de la larga historia de éste deporte. Un guantazo monumental al orgullo del fútbol brasileño, por el resultado, pero sobre todo, por el juego.
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"Scolari se ha encargado en convertir al equipo del que todos éramos un poco en ramplón, feo y marrullero".
n días como hoy - pienso - conviene más que nunca recordar lo peligroso del resultadismo. Ese que ha circulado por Brasil en los últimos años como la única vía del éxito, tan contra-natura del perfil y la historia del futbolista brasileño. Ese que han escogido para representarlos en su cita más importante, y que les ha llevado a hacer el ridículo más espantoso que se recuerda.Y es que Scolari se encargado en los últimos tiempos en convertir al equipo de ensueño, a ese equipo del que todos éramos un poco, en un equipo ramplón, feo, marrullero. Se ha asegurado de dilapidar el buen gusto, y poner encima de la mesa una y otra vez el manido discurso del "ganar a toda costa". Y Brasil no es eso. Brasil es velocidad, técnica, fantasía, y un talento por encima de la media. Eso es lo que la ha llevado a tener 5 estrellas en el escudo, y no otra cosa.
De tanto apelar al resultadismo para defender un estilo que no justifica el precio de la entrada, se encuentran con el resultado más inapelable de su historia: 1-7. C'est la vie. Y el 1 delante, que no es poca cosa. En su Mundial. Y todo porque enfrente hay un equipo - Alemania - que intenta jugar al fútbol, unas veces mejor, otras peor, y otras maravillosamente como ayer, pero con un sello, un estilo definido. Un equipo que sabe lo que hace, y otro que se aleja radicalmente de lo mejor que tiene, que es el talento, y le acaba pegando un guantazo a su propia historia que difícilmente olvidarán. A ver si a la próxima, zapatero...pues eso. Lo agradeceremos todos.
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