Es común escuchar entre los aficionados al fútbol que los equipos de la
Liga BBVA se acongojan frente a este Barça de los récords. Creen que los
Messi, Xavi, Iniesta y compañía son verdaderos hombres del saco que se
aparecen en los sueños de sus rivales absorbiéndoles todo indicio de
fortaleza moral y mental que pueda amenazar el espíritu blaugrana.
A
"Este Barça, en plena forma, te mata sin esfuerzo".
unque no puedo oponerme radicalmente a que, en alguna ocasión, este
‘supuesto’ bajo rendimiento de sus rivales y la temprana claudicación a
la que se ven obligados se deba al miedo (llamado por otros ‘excesivo
respeto’) hacia un rival que tiene en sus filas a los mejores jugadores
del mundo, en mi opinión, todo es cuestión de físico…. Y no, no me
refiero a que los jugadores del Barcelona sean superdotados del músculo o
que irradien potencia por los poros. Cuando hablo de físico, hablo del
físico del rival.
Messi celebra un gol (EFE) |
Aunque los de Pellegrini plantaron cara, logrando quitar casi 37% de la posesión a los de Vilanova, los errores de concentración, a causa de la exigencia física a la que te somete el Barça, mataron a un Málaga que prometía aguantar algo más el marcador a cero. Primero Messi, tras un pase a nadie de Camacho y posteriormente Cesc tras pase de Messi y previo despiste ‘forzado’ de la zaga malaguista, zanjaron un partido que redondeó Thiago con un gol desde la frontal del área de un irreprochable Willy tras una magnífica jugada personal cuando ya estaba todo decidido.
Así parece que, con la plantilla que tiene el Barcelona, la única manera de meter mano a este equipo de fantasía es, cómo ya demostró Mourinho en el pasado, jugar a la defensiva sin cometer ni un solo error táctico y esperar que la suerte haga el resto. No obstante reconozco que me gustó el planteamiento de Pellegrini y considero que sigue siendo una opción válida y valiente siempre y cuando los jugadores mantengan un ritmo defensivo que ronde la perfección sin sufrir el un excesivo desgaste que, cómo hemos visto, propicia en forma de regalos y despistes defensivos un inevitable desenlace frente a un rival único e irrepetible que, muy a pesar de los malaguistas, hizo lo que mejor sabe… hace volar la pelota, nunca mejor dicho, a ras de hierba.
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