La mano de Busquets en el Calderón
que el árbitro no vio.
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Cuando uno se empecina en argumentar las resultados únicamente con el arbitraje, se expone, irremediablemente. Y a varias cosas. Lo primero, que esas teorías tan bien "documentadas", alimentadas en los tiempos de derrotas, acaba cayéndose por su propio peso cuando llegan los buenos resultados y todo te viene de cara, incluyendo los errores arbitrales. ¿Cómo explicas ahora que el mismo sistema cuyo único cometido era perjudicarte, ahora se equivoca a tu favor? Llegado el caso, todos tendemos a hacer mutis por el foro y mirar para otro lado. Y entonces, los palos te caen, y con motivo. Eso le ha pasado a una parte de la prensa, a Mourinho y al Real Madrid en el último año y medio con el villarato, y ahora quedan en evidencia. Claro que también existe el caso contrario, cómo se ha podido ver en Barcelona en las últimas semanas, y también han caído las críticas.
Las últimas declaraciones de Guardiola y de algunos directivos del Barça no me han gustado. Nunca me gusta cuando se insinúa que el resultado a medio plazo se debe a un mal arbitraje; tal vez un partido sí, pero nunca el resultado a medio plazo. No es la razón por la que el Madrid es líder destacado, cómo tampoco lo era cuando ganó el Barça. Aún está por ver qué línea toma el club azulgrana si sigue estando por detrás en los próximos años; ya me he cansado de repetir hasta la saciedad que la justificación permanente del discurso de Mourinho, secundado a pies juntillas por la cúpula del Bernabéu, le hecho un flaquísimo favor a la imagen del club. Porque resulta que éstas historias son casi tan antiguas como el arbitraje; el Barça se pasó muchas décadas justificando así su segundismo, y con ello se creó un cierto aire de autocomplacencia que pienso que resta competitividad emocional, que puede llegar a empequeñecer al futbolista. Es cómo darle un motivo de peso para no creer en la victoria. Y ya sabemos que creer es el primer paso para poder; ése es el segundo riesgo al que uno se expone.
Las últimas declaraciones de Guardiola y de algunos directivos del Barça no me han gustado. Nunca me gusta cuando se insinúa que el resultado a medio plazo se debe a un mal arbitraje; tal vez un partido sí, pero nunca el resultado a medio plazo. No es la razón por la que el Madrid es líder destacado, cómo tampoco lo era cuando ganó el Barça. Aún está por ver qué línea toma el club azulgrana si sigue estando por detrás en los próximos años; ya me he cansado de repetir hasta la saciedad que la justificación permanente del discurso de Mourinho, secundado a pies juntillas por la cúpula del Bernabéu, le hecho un flaquísimo favor a la imagen del club. Porque resulta que éstas historias son casi tan antiguas como el arbitraje; el Barça se pasó muchas décadas justificando así su segundismo, y con ello se creó un cierto aire de autocomplacencia que pienso que resta competitividad emocional, que puede llegar a empequeñecer al futbolista. Es cómo darle un motivo de peso para no creer en la victoria. Y ya sabemos que creer es el primer paso para poder; ése es el segundo riesgo al que uno se expone.
El codazo de Sergio Ramos en el
área tampoco fue señalado.
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